Pastor Pablo Elvir

¿Cómo podemos crecer o aprender a ser un hombre según la Biblia?

La Tribu de…

Cuando leemos la Biblia, encontramos numerosas tribus mencionadas. Están las doce tribus de Israel, descendientes de los hijos de Jacob (Simeón, Rubén, José, Gad), pero también tribus como los cananeos, amalecitas, amorreos, filisteos, y más.

Pertenecer a una tribu decía mucho de una persona. Reflejaba su identidad, su linaje, su carácter, sus valores y sus acciones. Era una marca profunda de quién eras.

Por ejemplo, los levitas eran una tribu apartada por Dios para el servicio del templo; su identidad giraba en torno a la adoración y la ministración. En contraste, tribus como los amalecitas fueron condenadas por Dios debido a su malignidad. Los cananeos, conocidos por prácticas abominables como el sacrificio de niños, la depravación sexual y la brujería, representaban violencia, idolatría y corrupción extrema.

En lugares como Cesarea de Filipo, conocido como las “puertas del Hades”, se practicaban sacrificios humanos a dioses paganos como Moloc. Era claro: la tribu a la que pertenecías reflejaba tu identidad y carácter.

La tribu a la que perteneces refleja tu identidad y carácter.

Aunque hoy no usamos la palabra “tribu” en ese sentido, el principio permanece. Todos pertenecemos a una “tribu espiritual”. Nuestra identidad y carácter en Dios revelan a qué linaje pertenecemos en el Reino.


1. Cada persona en el Reino tiene un llamado y estilo único

A veces pensamos: “No puedo ser como David” o “No soy como Pedro, tan apasionado”. Pero la Biblia muestra que cada persona era única, con dones y temperamentos distintos.

Un buen ejemplo es el de Pablo y Bernabé:

“Mientras participaban en el culto al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado».” (Hechos 13:2-5)

Dios los llamó a trabajar juntos, pero sus diferencias los llevaron eventualmente a separarse:

“Bernabé quería llevar a Juan Marcos, pero Pablo no lo consideró prudente… Se produjo entre ellos un conflicto tan serio que acabaron por separarse.” (Hechos 15:36-40)

Pablo era radical y directo, mientras que Bernabé, fiel a su nombre (“hijo de consolación”), era restaurador y paciente. Tiempo después, Pablo reconoció el valor de Marcos:

“Recoge a Marcos y tráelo contigo, porque me es de ayuda en mi ministerio.” (2 Timoteo 4:11)

Dos estilos diferentes, dos llamados únicos, ambos usados poderosamente por Dios.


2. La Biblia no es solo historia; puede transformar nuestra vida

Cada historia en la Biblia fue escrita para formación, no solo para información.

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.” (Salmos 119:105)

“Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.” (2 Timoteo 3:16)

“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron.” (Romanos 15:4)

Estudiar las vidas de hombres y mujeres de la Biblia nos ayuda a identificar nuestros dones, nuestras luchas y nuestro propósito. Es una oportunidad para ser transformados, no solo informados.
Hoy más que nunca necesitamos esa transformación. En medio de contenidos vacíos —Netflix, redes, pornografía— corremos el riesgo de no ver cambios reales en nuestra vida.

La Palabra de Dios es la única que puede renovar nuestro ser desde adentro hacia afuera.


3. La Biblia nos da ejemplos no para compararnos, sino para inspirarnos

El propósito no es compararnos con otros, sino encontrar inspiración y descubrir nuestro propio llamado y estilo.

Cada semana, podemos estudiar personajes bíblicos preguntándonos:

La meta es aplicar los principios que encontramos y permitir que Dios forme en nosotros una identidad sólida.


Conclusión

Así como necesitamos descubrir quiénes somos en Cristo —nuevas criaturas, con un nuevo inicio y una obra en proceso— también debemos dejar atrás al “viejo hombre”.

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos; y renovaos en el espíritu de vuestra mente; y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:22-24)

Despojarnos significa dejar el pecado, el dolor, las heridas, el negativismo y las inseguridades que nos frenan.

Hoy es el día para comenzar un nuevo proceso. Dios quiere formar en nosotros hombres y mujeres conforme a Su corazón.

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